“Nathan o el cuento de la igualdad” es el título de una pieza de teatro que se está presentando en el teatro de Saarbrücken esta temporada. Mi novio y yo la vimos el cinco de diciembre. Se debe decir que lo que presentaron no era el original „Nathan el sabio“ de Gotthold Ephraim Lessing sino una adaptación de este.
„Nathan el sabio“ es una obra importante de la ilustración que trata de la tolerancia entre las tres religiones mundiales: el cristianismo, el judaísmo y el islam. El judío Nathan tuvo una hija adoptiva que llamaba Recha. Un día, un cruzado, que había indultado el sultán Saladin, salvó a Recha de un incendio y se enamoraron. Saladin quiso prestar dinero del rico Nathan y le preguntó cuál sería la religión verdadera. Nathan respondió con su famosa parábola de los tres anillos. Al final resultó que los representantes de las tres religiones estaban unidos porque eran parientes.
La nueva directora, Bettina Bruiniers, fragmentó la obra original e incluyó escenas de la pieza del británico Mark Ravenhill. Además, mientras la obra de Lessing transcurría durante el tiempo de los
cruzados, la de Bruiniers tenía muchas alusiones al presente.
Nosotros nos sentamos en la tercer fila y por eso tuvimos una vista buena al escenario. La mayoría de los sitios estaban ocupados. Había gente mayor pero también personas de nuestra edad y más joven. A un lado de nosotros estaban tres jóvenes y al otro un hombre viejo y gordo.
La escenografía era muy moderna: Solo habían algunas cajas de cartón y un cráter en el techo de donde constantemente venía una lluvia de papeles de color oro que simbolizaban el dinero. La
ropa de los actores también era muy moderna, una actriz, por ejemplo, llevaba un chándal rosa y auriculares. Aunque utilizaban estos elementos para establecer la relación hacia el presente, a mi no me gustaba tanto.
Al principio estaba decepcionada del actor de Nathan porque me lo había imaginado diferente. Pero durante la pieza empezó a gustarme: interpretaba bien su papel. El patriarca y la hermana del
sultán Saladin también estaban bien sacados.
Había una escena en que Saladin se sentó entre dos chicas en la fila antes de nosotros y les echó el brazo por encima del hombro cuando reinició su actuación. Las dos chicas no parecían sentirse muy
cómodas. Estaba aliviada porque no había elegido nuestra fila.
Durante la primera parte hubo una interrupción: Un hombre llegó al escenario y dijo que tenía que interrumpirse la pieza porque un atentado terrorista había enviado a un miembro del teatro al hospital y no se sabían si iba a sobrevivir. Al primer momento estaba chocada y confundida. Las caras de los otros espectadores expresaban lo mismo. Sin embargo algunos actores no parecían tan chocados mientras otros parecían a expresar sus sentimientos exageradamente. Cuando el hombre siguió hablando uno se dio cuenta poco a poco que era parte de la pieza. Representaba un fanático del presente que quiere „defender“ el Occidente y quiere señalar a todos los terroristas potenciales. Después este hombre tenía el papel del patriarca, un fanático del tiempo de los cruzados. Con esta acción la directora definitivamente logró una referencia al presente. Sin embargo darle miedo a la gente parece ser un medio exagerado.
A lo mejor por escenas como esta, la pieza no les gustó a todos: Después de la pausa había menos gente, el hombre gordo que estaba sentado al lado de nosotros, por ejemplo, había desaparecido.
En suma, se puede decir que la obra de Bruiniers era ingeniosa y al mismo tiempo provocadora y cínica. Además parecía que a veces quería transmitir muchos mensajes adicionales comparado con la
obra original que ya tiene varios mensajes. Por eso, sería mejor si el espectador ya conoce la obra original para entender mejor todos los vínculos.
M. K.